12/4/09

Nuestra televisión


Para muchos la televisión de hoy en día va de mal en peor. Sin embargo, esa “caja boba” sigue resultando una atracción constante frente a todo tipo de tecnologías modernas que intentan quitar su atención.
Un dato no menor, es analizar la respuesta que tienen para dar los santiagueños sobre este medio de comunicación masiva tan “familiero” y tan reprochado por muchos.
Una historia siempre singular se da a la hora del almuerzo. La familia Sánchez por ejemplo, no concibe -o no imagina al menos- la reunión familiar sin la TV. Aunque en el fondo, reconocen que cuando el aparato se enciende se disipa la conversación de muchos de sus problemas, y es en ese momento cuando la múltiples escenas de la pantalla terminan “ahuyentando la mala onda del día”.

Ramiro cree que “enchufarse a la TV te relaja un poco de ese agotamiento atroz que implica regresar del trabajo o de la escuela”. Pero no es el único, por su parte, Claudia prefiere de esta compañía a la par de su mascota para matar ese aburrimiento rutinario que significa para ella la soledad.
En la voz de una madre la cosa cambia. Doña Rosa tiene tres hijos adolescentes y no duda de que el contenido de muchas de las telenovelas juveniles resultan ser muy influyentes en la actitud de sus hijos. No en vano, todos los días desde su hogar les inculca la lectura de libros y actividades deportivas como alternativas más saludables para la distracción y el crecimiento.
Según datos de la consultora nacional TNS Gallup, el 75% de los argentinos mira la televisión a la hora de la cena. Desde ya, analizar este dato es importante porque indudablemente en cada hogar de nuestro país la televisión influye en los vínculos familiares, especialmente en la relación padres-hijos.
El trabajo de la empresa también demostró que el 65% de los entrevistados considera a la televisión como una influencia negativa para los chicos, en muchos casos el televisor es el principal protagonista de la casa.

Habrá que discutirlo siempre, “en familia”, como diría el padre Chesqui. Los medios masivos no representan un modelo confiable para la adquisición de valores y muchas veces desintegran el núcleo de la vida familiar. Por eso sólo la familia misma puede y debe ejercer ese nexo ideal para el crecimiento armónico de sus miembros.
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