17/8/09

La fiesta de Los Carabajal


Una vez más me llegué a la típica fiesta que se vive todos los años para el mes de agosto en el barrio de Los Lagos, una celebración popular que se sostiene gracias a la gran concurrencia turística que busca de Santiago un lugar para regocijarse de la música folclórica, las comidas típicas, el vino, las artesanías y todo aquello que nos identifica como región. Me fui con la intención de recoger algunos testimonios de esos turistas que vinieron para conocer la ciudad y cantar chacareras todo el fin de semana. Para esta ocasión, la fiesta tenía su condimento especial con la Maratón de la Chacarera, esa tan acertada idea de pretender lograr una gran hazaña cultural de cantar 36 horas e ingresar al Libro de Record Guiness. Me hubiese gustado que viniendo de una familia tan prolífica desde lo autoral y musical, se hayan aprovechado los días también para dictar talleres de música, danza y hacer participe inclusive a los escritores para exponer temas vinculados a la chacarera, en fin, temas no faltan para hablar de este ritmo que nos identifica.
Pienso que la mayoría de los medios de comunicación destacamos este acontecimiento de gran trascendencia para la provincia como una alternativa turística que en cierto punto es valiosa, ya que la misma genera trabajo para mucha gente de la ciudad. No voy a negar que detrás de todo esto exista un gran negocio, pero, conversando un poco con la gente durante los dos días que duró la Maratón, noté cierta molestia -al menos entre los santiagueños- la modalidad de cobrar (aunque apenas fueran cinco pesos) el ingreso para conocer el flamante museo, que dicho sea de paso, según me contaron, apenas hay algunos cuadros de muy poco valor artístico y un par de distinciones a la trayectoria musical de la familia. Más allá de esto, lo que más me incomodó a mi y a los que hicimos prensa aquellos días, fue el impedimento que tuvimos algunos medios periodísticos de registrar a través de fotos y filmaciones los distintos objetos que atesoran los Carabajal. Aunque en su momento respetamos la postura, hubiese sido más aceptable que la disposición haya sido de igual a igual para todos los medios periodísticos, sin discriminar en orden de “importancia” que medios podían tomar imágenes en el mencionado lugar. Este hecho en particular, fue quizás la única postal triste para los que intentamos reflejar todos los pormenores de una fiesta tan popular y que tanto se debe a la difusión que hacemos desinteresadamente como un servicio.

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